Según
la RAE, entidad que prescribe las normas del Español, la palabra primera, en una de sus acepciones, la
que me interesa para el presente… escrito, refiere a un adjetivo; “dicho de una
persona o de una cosa: que precede a las demás de su especie en orden, tiempo,
lugar, situación, clase o jerarquía”. En el caso de la palabra persona, en una definición mucho más
sucinta; “individuo de la especie humana”.
Y quizá
fue porque mi inconsciente no procesó ‘debidamente’ el texto: “Borges y yo”
leído, también por él, hace ya unos meses, que inicio este… escrito, hablando,
aparentemente, de lo mismo.
Soy
un individuo de la especie humana, es decir una persona que precede y es
antecedida por otra similar, es decir un ser humano “común”. El cual entrado en
la tercera década de su existencia, como muchos de sus similares; entes
comunes, necesita trabajar para comer, pagar sus apartamento, entre otras muchas
cosas que evidentes mundanas, sobran y es sano no mencionar.
De
primera, como la persona que soy, es justo, conmigo… mismo, para el momento que
estoy experimentando, mencionar algo llamado, trabajo; actividad tan necesaria
para comer y para otras tres mil cosas que exige la estancia en estas ciudades ‘modernas’.
Y que para el contexto familiar en el que crecí, implica estar como encerrado, como
encarcelado, como cohibido del mundo, en una oficina nada más que produciendo
dinero día tras día y enredando los momentos en múltiples trabas que la burocracia,
animo fallido de orden y comunicación, genera.
Claro,
eso; si no estás trabajando, como se dice; “en lo que te apasiona”. Pues si
estás en ello, puedes llegar a percibir la experiencia más viva que hayas
podido experimentar en los treinta años de recorrido por esto que desde chico
te han hecho llamar; vida. Así, renunciar como yo, a un trabajo de mucho dinero
en la industria por antonomasia más rica del sistema de producción actual, para
inclinar tu barco a “lo que te apasiona”. Esto es un reto enorme y complicado,
ya que tienes que ponerte la armadura para ir al campo de batalla y librar
luchas muy fuertes en escenarios que nunca habías imaginado.
Y al
contrario de cómo lo pensabas, estas luchas no las libras afuera, en el mundo,
con tus semejantes tan agresivos malvados o bondadosos como tu puedes llegar a
ser, sino dentro de ti mismo. Porque este que te habla, para un ejemplo, es una
entidad que te dice lo que quieres hacer, o ¿lo que tienes que hacer? Sin embargo
no todo el tiempo sigues mis concejos y es eso precisamente una de las batallas
más fuertes que has tenido que enfrentar, luchar contigo… mismo.
Sabes,
y te lo digo yo, tu primera persona; el título de este escrito por medio del
cual simplemente quieres sacar la impotencia de estar perdiendo una de esas batallas,
está mal. Porque no eres tu el que está escribiendo para ti, soy yo que está en
ti el que te está diciendo lo que debes hacer… como siempre, pero ¿podrás
hacerlo, podrás ganar? ¿es lo que te grito todo el día lo “mejor” para tu vida?
No lo sé, como tu tampoco lo sabes porque después de todo, los hermanos son los
que libran las batallas mas crueles y sangrientas, y no sé si en estos treinta
años te he estado diciendo lo adecuado para que seas lo que quieres. Con esto
me estoy admitiendo una existencia, ¿pero quién soy para decir ser alguien?, tu
eres alguien, ¿lo eres? Tócate, tienes cuerpo, yo solo soy por medio de estas
palabras, pero ¿qué serías si yo no estuviera diciéndote diariamente lo que
debes hacer?, tal ves tendrías a otro que te diría otro cumulo de estupideces
como te las digo.
Sin
embargo déjame seguir diciéndote para en las noches no dejarte dormir, y en las
mañanas quitarte el sueño, deja que siga yo ganando la batalla ante tu pasivo
ser. Tal ves llegues… ¿a dónde? Sabes que no es de lugares, tienes que
afrontarme y estoy acá, peleando contigo cada día, esa es la batalla.
Soy ‘yo’
tu verdadera primera persona, siempre te precedo, solo eres un ente común,
pasivo, por eso te pregunto: ¿mis concejos son los que quieres escuchar?