jueves, 1 de julio de 2021

Humano Natural

 

Desde que llegué a su casa, Juan siempre ha estado conmigo. En la mañana me levanto con él y lo acompaño al baño a echarse ese mismo líquido que tomo para acompañar mi comida, luego se viste y se sienta a comer los mismos huevos con el mismo pan y el otro líquido horrible amarillo; mientras tanto está viendo esa pantalla y yo le veo desde el sofá. Después se sienta en su escritorio y sigue viendo la pantalla, ahora con sus gafas, parece más interesante. Se para aproximadamente cada 30 minutos para ir al baño, yo lo sigo y le muerdo suavemente los pies a ver si juega conmigo, pero siempre está corriendo, a veces se lleva la pantalla para el baño, que cosa tan jodida. Luego llega el almuerzo, lo prepara mientras sigue viendo la puta pantalla, yo busco robarle algo de lo que cocina, se ve todo tan rico. Entonces me encierra en el cuarto y decidido con dignidad comer de mi plato. Logro ver por una rendija de la puerta y le digo; -no sea marica Juan déjeme salir-, golpeo la puerta y entonces me libera. Cuando está listo su almuerzo se sienta en el sofá con su plato en la mano, en el piso pone otro de sus líquidos raros siempre de colores diferentes, me dan tanta desconfianza esos, él dice jugos. Entonces cuando creo que al fin va compartir conmigo aquella vista hermosa de la ventana de la sala mientras come, trae la “fucking” pantalla, la pone en la silla del escritorio y se ríe como bobo, embutido y sin sus gafas, ahora no se ve tan interesante. 

Después de esto, se echa unos 20 minutos en el mismo sofá parece que duerme; tal vez está pensando en la pantalla, me acuesto a su lado. Luego se para de un salto y vuelve a la pantalla hasta las siete u ocho de la noche… lo he visto quedarse hasta las 12 de la noche con ella, que loco.  

Cuando veo que se pone aquella ropa chistosa, sé que al fin se va a acostar. Después que se cubre con la cobijita verde, me pongo en sus piernas, me alargo, me estiro y le miro: me soba la cabeza, me coge las orejas y me dice cosas que no entiendo. Esto me hace dar sueño y creo que a él también; ahora ve la pantalla más pequeña, la que guarda en su bolsillo. Antes que mis ojos se cierren por completo le veo a los suyos, evito, evito cerrar, pero me vence el sueño, ha sido un día largo. La cobijita verde es tan calientica y sus piernas muy cómodas.

Las preguntas por la pantalla me detienen un poco el sueño. Con los ojos cerrados pienso pienso… antes de quedare dormido; por qué será tan raro; qué es lo que es puta pantalla tiene o le da, por qué no se hecha conmigo al sol en las mañanas, o por qué no se queda relajado en ese lugar donde sale el líquido parecido al que tomo, por qué no juega conmigo todo el día o me ayuda a cazar los mosquitos de la ventana… me cae bien Juan pero es un loco raro, me pregunto por qué hace siempre lo mismo, siempre en su escritorio en esa pantalla; a veces se ve enojado otras hablando solo, otras se ríe.

Ayer me salí por la ventana de la sala y caminé por el marco hasta la ventana del 204, donde vive Pedro. Él estaba allí tomando el sol delicioso de la mañana; echamos chisme un rato y entre esto terminamos filosofando, a veces nos da por ahí. Le pregunté si Juana, su dueña, era natural… me respondió, - ¿cómo natural?

 - Sí, que no se la pasa al frente de una pantalla todo el día.

 - Ah eso…, eso es justamente lo natural en ellos compadre, al menos en los últimos años.

 

 - Ese Pedro sí que sabe de cosas-, pensé y me dormí.   



miércoles, 19 de mayo de 2021

Memorias

 

Si pienso en la memoria, se me viene a la cabeza la época en que peor me funcionaba; un borroso tiempo donde olvidaba todo, porque todo era irrelevante, donde mi atención se escapaba todos los días por la misma ventana del mismo salón de clase.

 

Número Uno: Alejandro Chindoy

 

Había llegado del Valle del Sibundoy a estudiar “Filosofía y Letras”, pero su Familia su Comunidad estaba en total desacuerdo, para ellos era precisamente este insano conocimiento el que había causado la desaparición de su mundo. Por esto “Alejo”, como yo le decía, nunca tenía un peso, y aunque había logrado ayudas de la Universidad, como la comida básica y una residencia, le faltaba dinero para las novias y para los “tragos” de los fines de semana. Entonces había conseguido un trabajo en las noches entre semana; vigilante en un sector de un barrio cercano a la facultad, entre las diez de la noche y las seis de la mañana. Así, siempre le faltaba sueño y nunca tenía las lecturas de clase completas. Sin embargo, tenía una habilidad oratoria admirable; le bastaba con leer uno o dos párrafos de mis apuntes para estar más activo que el resto de la clase. De aquel trabajo lo echaron cuando lo descubrieron borracho, en su turno, escuchando “Los Fabulosos Cadillacs” un viernes a las dos de la mañana; él simplemente les dijo; ¡hijueputa, pues me voy!

 

Número Dos: En Bicicleta al Centro

 

La avenida estaba atestada de carros, motocicletas y de mucha gente que cuasi corría en el andén. En varios momentos sentí que me arrollaban que me pasaban por encima, sin embargo, no era así solo pasaban de manera amenazaste para proteger su camino. Mientras tanto veía las nubes blancas, sentía el viento en mi cara generándome una sensación de libertad, de tranquilidad, tal vez de felicidad. En un momento, el Centro de la ciudad empezó a asomarse por medio de la punta de la iglesia, estaba arriba muy arriba, por encima de aquellos grises y opacos edificios. En la entrada del Centro me topé con el teatro, vi a alguien en una de sus dóricas columnas. Era un hombre de tez morena, gafas de cinco mil de esas que se consiguen en la calle, zapato café brillante al igual que su piel, una camisa blanca y un pantalón negro bien planchado. Quizás estaba esperando a alguien, quizás no era nadie, quizás era alguien que lloraba en las noches por no poder ser alguien, quizás soñaba tener un pantalón bien planchado y una camisa blanca con gafas y zapatos brillantes, para brillar siendo alguien en el teatro del Centro, el más grande y más famoso de la ciudad.

 

Número Tres: Las Soñadas.

 

Andrés vivía en un barrio del Centro de la ciudad a unos cuatro kilómetros de La Facultad; caminaba casi todos los días de ida y regreso. Casi siempre se encontraba con Pablo en el camino, y juntos terminaban el trayecto conversando sobre alguno de los temas de nuestras clases entre las cotidianidades de sus vidas. Esto fue moldeando una costumbre, no solo de encontrarse para caminar a la Facultad, sino también de acompañarse de regreso al final de las clases de la tarde, o en la noche cuando el Vino los hacía quedarse un poco más. El regreso al Centro se iba entonces entre sus charlas, que terminaban algunas veces en los viejos y demeritados bares tangueros de la veinticuatro, al calor de Gardel y el Caballero Gaucho. Entre estas charlas Andrés y Pablo, lograron conceptos claves para nuestro pequeño lenguaje de grupo, siendo uno de los más usados: “Las Soñadas”; estas chicas complemente fuera de nuestro alcance, amores platónicos irreales surreales que disfrutábamos todos los días, entre las lindas ideas que se generaban solo con su presencia, aunque lejana.

 

viernes, 23 de abril de 2021

Sosiego

Cuando los Smartphones se tomaron el mercado generando una nueva y eficaz manera de comunicación, él aún persistía en su Nokia 1100, y además de esto, solo lo usaba para mensajes de texto. No le gustaba ningún ruidoso ringtone interrumpiendo los momentos de sus días, y menos una notificación de actualización o una videollamada o un “hola qué haces” en algún chat; así que se sostenía en solo tener este pequeño amigo finlandés; siempre en silencio y sin vibración. 

Sin embargo, en el momento en que la ‘conoció’, a pesar de aquella resistencia inicial a estas tecnologías, a esa suerte de romanticismo idealista, a esa posición anti Silicon Valley y a esa actitud panfletaria de: “no pasarás globalización informática”, finalmente cedió ante las necesidades y tragedias de la nueva era. Así que mucho antes del inicio de la pandemia, ya tenía su Smartphone con Facebook, Instagram, WhatsApp, etc. 

Entre esto, fue un “like”; un pequeña y sutil presión con su pulgar izquierdo, lo que resultó en casi un año de conversaciones diarias, de cruce de experiencias, links, memes. Todo esto le llenó de sosiego en las desesperantes soledades de las prolongadas cuarenteneas. Pero era su vozrealmente la que le hacía mantener esa resistencia ese interés en conocerla cada día más, a pesar que viviera en otro país y fuese más lejana aún la posibilidad de un encuentro. La dulzura de esta voz; ese calor ese tonito agudo de sus palabras le daba toda la tranquilidad que necesitaba. Todo esto, porque ella había tomado la costumbre de enviarle mensajes de voz cada noche antes de dormir; estos, con el pasar de los meses se convirtieron en saludos más largos acompañados de lecturas de cuentos cortos, de los cuales él adquirió cierta dependencia para conseguir un buen sueño. A este punto ya le había sugerido muchas veces que hicieran una video llamada, pero ella respondía diciendo; “Aún no es el momento”. 

Un viernes compartiendo unas cervezas con algunos amigos, comentó su relación con esta chica por chat, entonces todos hicieron chistes sobre esto, pero hubo uno que le quedó rebotando en la cabeza; la idea que aquella chica del chat, de la que sentía aquella necesidad aquella dependencia, no fuera más que un algoritmo generado por algún tipo de inteligencia artificial, una estafa de la era digital en la cual había caído, y quizás estaba corriendo peligro. Empezó a investigar y encontró que era posible emular la voz humana creando una nube de fonemas; es decir, miles de partículas de voz pregrabadas y guardadas en algún lugar de la web. Y este lugar, podría ser visitado por una suerte de inteligencia artificial que por medio de un algoritmo posibilitara la construcción de palabras y frases dotadas de emociones y sentido. 

Después de saber esto, le solicitó que hicieran la video llamada de manera tajante, ella notó su cambió de actitud y sin problema accedió a hacerla. Después de terminarla y verla tan humana como la pantalla lo permitía, ya conociendo el rostro donde habitada aquel sonido dulce de su voz, regresó la tranquilidad y el sosiego. Después de unos días y mientras se aplicaba Shampoo en su pelo durante su baño; pensó que del mismo modo cómo existía este algoritmo que permite la emulación de la voz humana, podría existir también un algoritmo capaz de imitar el rostro humano en el video… Sin embargo, después de abrir la llave de agua fría para juagar su cabeza ripostó su cerebro; aún si fuera una máquina, ‘esto’ te está dando tantas alegrías que no estaría tan mal seguir abriéndole tucorazón, total es solo cambiar el medio, y tanta diferencia no habría entre lo humano y la maquina en este contexto, mientras tu sosiego y tranquilidad no desaparezcan

viernes, 9 de abril de 2021

El Reflejo de la Hormiga

 

Entramos a la estación del Tren, estaba repleta como siempre, ya me empezaba a acostumbrar a ser una hormiga más. Después de tener los boletos en sus manos, Ana apresuró su paso, y la seguimos sin preguntar. Fuimos tras ella corriendo hacia uno de los trenes estacionado en las vías. El hormiguero se manifestaba, sus vagones atestados de hormigas paradas y sentadas, buscando llegar a sus nidos.

 Ana continuaba su paso rápido al parecer con una meta, como si supiera que en el fondo del tren nos esperaba un lugar vacío con linda vista. Pero antes de llegar al último vagón, aquel donde las bicis se mesen de un lado otro suspendidas del techo, se detuvo abruptamente nos miró y preguntó: ¿Qué hacemos? No había sillas vacías, el tren estaba repleto de hormigas respirando, rosándose, aprontándose en medio de sus sonidos, en medio de sus suspiros.

 Nosotros sin embargo, pudimos ver en el fondo un espacio, en el suelo, y nos sentamos allí.

 Pocos minutos después del inicio de la marcha del tren, yo miraba a la ventana levantando un poco la cabeza. Y gracias a la caída de la tarde, podía ver pequeñas luces que lentamente iban delineando algunas siluetas de la ciudad, las mismas que el día había ignorado. Con el paso de los minutos, ya que muchas más hormigas abordaron el tren, solo pude ver una pequeña parte de la ventana. Entonces cuando la noche casi entró, alcancé ver otras siluetas, estas eran ligeras, leves, suaves; viejas, jóvenes, niñas y rockandrolleras; como la de la hormiga que pedía dinero con su guitarra tocando una canción del Flaco Spineta.

Pero había una, otra; la más delicada, la más suave, ligera; la de aquella hormiga sonrisa perfecta.

Los primeros momentos después de encontrar la silueta de esta hormiga sonrisa perfecta en aquel pedazo de ventana, fueron el absoluto disfrute de la contemplación; ella, solo seguía sin percatarse en su conversación llana, cotidiana, tal vez normal. Yo solo le miraba; miraba su nariz delicada frágil, delineada tenuemente con las luces que la noche trajo consigo. Observaba cómo su boca era traspasada por las siluetas inertes de la ciudad que caminaban al ritmo del tren. Sus pendientes iban y venían al igual que su pelo, que caía fresco en una pequeña parte de su rostro.

El tren seguía su marcha. Y, quizás mi mirada le rebotó fuerte en la ventana, o solo así se lo sugirió el momento. Pero, su mirada volteó hacia mis ojos al pasar la estación cuyo nombre no recuerdo. Y al encontrarme directamente con los suyos, no pude sostener los míos y el afán de continuar viendo hacia ‘ella’ se desplomó en mi vergüenza. Intenté mirar a otras partes, le pregunté a Ana qué hora era, qué escuchaba en sus audífonos, pero no pude sostener ninguna de estas situaciones, así que regresé mi mirada a aquella parte de la ventana. Y ella seguía allí, ahora era yo el observado por medio de unos ojos vivos, talvez verdes, y muy curiosos. Sin que el acompáñate se percatase, ‘ella’ había empezado un juego; sus miradas venían clandestinas; y yo sentía soplidos frescos con mensajes escondidos.

Cuando su compañero le miraba ‘ella’ volvía a verlo, seguía viéndole hasta que él miraba a otro lugar, y entonces rápidamente me lanzaba ‘palabras’ en el vaivén de sus pendientes en el suave relieve de su nariz en la curiosidad de sus ojos verdes.

El penúltimo vagón del tren de Tigre, repleto de hormigas continuaba su camino. El piso muy duro y frío, pero completamente emocionante. A unas pocas estaciones del final del recorrido, tres lugares en frente nuestro se desocuparon. Ana me miró y entendí su mensaje; corrí hacia uno de los lugares tomándolo, ella me siguió rápidamente y logró otro lugar, pero en el momento en que Laura, nuestra otra compañera de viaje, quiso tomar el tercero; ‘ella’, aquella hermosa y tenue silueta en la ventana, salió desde ese ligero y suave mundo irreal, para sentarse en frente mío justamente en el lugar que Laura buscaba ocupar. Entonces no fue más esa suave silueta en la ventana, en ese momento se convirtió en una hormiga más, tan real que casi podía tocarla con mi rodilla. La vergüenza antes momentánea se tornó constante e intensa, pero sentía aún aquel placer de la contemplación.

Entre esto, y cuando logré robar su mirada por unos segundos, pude saber que no era 'aquella'… no era reflejo, esa belleza no habitaba allí. A pesar de esto, mi curiosidad era tal que persistí en buscar una mirada más, quería talvez descifrar, lo irreal. Pero estábamos los cuatro; Ana y yo, ella y su compañero en frente, no sé cuándo ni cómo aquel logró ese lugar. Entonces pensé que él era más que un simple compañero de viaje por la manera como la miraba y le hablaba. Por ello decidí no buscar más su mirada para no causar una discusión o cualquier escena, estaba cansado y algo así era lo último que quería.

Volví mi cara a la venta que ahora estaba cómodamente a mi izquierda y empecé a mirar desprevenidamente las siluetas inertes luminosas con una sensación de estar entre ellas. En un momento aparecieron tenues ligeros y hermosos esos pendientes ese pelo ese rostro bellamente delineado, su suave nariz. Allí estaba nuevamente ‘ella’, tal vez fue un mensaje mi acción de mirar a la ventana, o tal vez quiso recuperarme. Ahora más clandestino, casi nos tocábamos con las rodillas pero en ‘realidad’ nos tocábamos tiernamente en la ventana, éramos bandidos violando aquella realidad de hormigas.

No supe si ella entendió el mensaje que nunca emití o si miró a la ventana nuevamente porque no quería perderme. Creo que ambos sabíamos que allí, en la ventana, era el único ‘lugar’ donde podía ser lo que estaba siendo. Entonces mirábamos las tenues luces y con ellas nos seguíamos, nos seguíamos viendo, nos seguíamos percibiendo, nos seguíamos entrelazando. Porque tal vez allí, en aquella ventana del tren, solo allí, existía eso que nos hizo vernos frente a frente siendo dos siluetas tenues, suaves y ligeras; dos reflejos de hormigas.

El tren llegó a la última estación; unos minutos antes había sacado mi agenda para escribirle algo y entregárselo, pero mi di cuenta que aquella hormiga que casi tocaba mis rodillas no era a la que quería entregarle eso. Entonces guardé mi agenda y volví a la ventana para aprovechar mis últimos momentos con… mi 'Chica'. Cuando descendimos del tren intenté no perderla de vista, pero fue inútil la estación estaba llena y la perdí inevitablemente. Respiré profundamente y continúe caminado hasta la salida. Al llegar a la puerta principal la vi yendo con su compañero, caminando hacia algún lugar de este hormiguero, de esta enorme ciudad. Pensé entonces que nunca más volvería a verla.

 

lunes, 29 de marzo de 2021

Otro Batella

(DOS DE LA MAÑANA EN LA ENTRADA DE UN BAR DE UN PEQUEÑO PUEBLO. MÚSICA CON MUCHO VOLUMEN, JAMES TOCANDOSE LOS BOLSILLOS DE SU PANTALÓN Y CHAQUETA, LE HABLA AL OIDO A SU AMIGO JHON FREDY QUE SE TAMBALEA UN POCO).

JAMES.

Me vas a tener que prestar plata, no encuentro mi billetera.

JHON FREDY.

¿Cómo así James?, ¡no hermano!

JAMES.

¡Qué hago pues! ¿Vos no la viste en el suelo o en alguna parte?

JHON FREDY.

¡Cómo se te ocurre, qué voy a ver yo en esa oscuridad! (SEÑALA AL INTERIOR DE BAR). No, yo estaba relajado tomándome los aguardientes que tú estabas invitando.

JAMES.

¡Ah! Pero para qué me hiciste bailar esa canción toda alborotada y saltar como unos locos, yo creo que ahí se me cayó, y alguien la cogió…

JHON FREDY.

¡Culpa mía no es James! ¡Usted ya está muy grande para cuidarse solo, yo no soy su Papá para estar poniéndole cuidado a ver dónde deja tirado todo!

JAMES DA UN PASO ATRÁS, ALZA EL TONO DE SU VOZ.

JAMES.

¡Para venir a tomar gratis sí, pero para ayudar a un amigo no!

JHON FREDY.

Pero era una invitación por mi cumpleaños, ¿o no?

JAMES.

¡Claro que sí, esa era la idea, pero qué hago si se me perdió la “ijuemadre” billetera! Acuérdese Fredy quién le ayudó con don Carlos, esa vez que usted quebró el vidrio de la oficina de deportes jugando fútbol como un loco en el colegio.

JHON FREDY.

¡Cálmese, cálmese, cálmese!... Hagamos esto; el dueño de este ‘respetable’ establecimiento es amigo de su Papá, yo sé porque los he visto jugar billar mucho haya donde don Luis. Entonces, usted le dice a este señor que está atendiendo; que usted es hijo de su Papá que se le perdió la billetera, y que mañana le va a pagar, y listo.

JAMES.

¿Y cómo le voy a pagar? Ni mañana, ni pasado mañana… sin billetera no hay plata.

JHON FREDY.

¿Cómo así? ¿En su casa no tiene más plata? Debajo del colchón, o en un marrano, o debajo del Play Station… yo la guardo ahí a veces.  

JAMES.

¡Claro! Voy a tener trescientos mil pesos, debajo del Play Station listos para pagar, lo que me están cobrando acá.

JHON FREDY, SE LE ACERCA Y LE PREGUNTA EXALTADO.

¿Trescientos mil pesos? ¿Cuánto valía pues la botella? Vea, así quisiera prestarle no podría. Acá solo tengo cincuenta, y en la tarjeta tengo seiscientos, pero no los puedo tocar porque mañana tengo que pagar la cuota del carro, y no me voy a pasar por su culpa. 

JAMES.

¡Listo!

(JAMES ENTRA AL BAR FURIOSO Y SE SIENTA EN LA MESA DONDE ANTES DEPARTÍA CON SU AMIGO JHON FREDY Y OTROS AMIGOS. SE SIRVE EL ÚLTIMO TRAGO DE LA BOTELLA. SU AMIGO SE QUEDA AFUERA SOLO PENSATIVO Y SE ENCIENDE UN CIGARRILLO, DESPUÉS DE TERMINARLO ENTRA). 

JHON FREDY.

¡James, dale pues! (LE MESTRA SU TARJETA).

JAMES.

No, tranquilo, que no se te vaya a pasar la cuota de esa carcacha. (AÚN FURIOSO). 

JHON FREDY.

Dejá de ser tan orgulloso, si decís que no tienes plata para pagar la cuenta, te sacan de acá en camilla.

JAMES.

¡Callado Fredy!

(LE RESPONDE, Y FINALMENTE ACCEDE A TOMAR SU TARJETA. SE PARA DE SU SILLA PARA RECIBIRLA, SIENTE QUE ALGO CAE DEL ESPALDAR)

¡Uy la billetera! (AMBOS RIEN Y SE ABRAZAN)

JHON FREDY.

¡Otra botella, James paga! (GRITANDO DESPUÉS DE DAR DOS PALMADAS CONTUNDENTES).

 

 

viernes, 19 de marzo de 2021

¿Baillamos?

 

El semestre estaba por terminar y aún no lograba entender a Libby, en solo quince días ella estaría de vuelta en Nueva York, y yo seguiría para un inverno más en Buenos Aires. Tal vez entonces, ella se arrepentiría de todas las veces que se negó a mis planes y me escribiría un mensaje explicándome las trascedentes razones por las cuales lo hizo; o simplemente se quedaría en silencio, se graduaría, conseguiría un trabajo en Sevilla y se casaría; como finalmente sucedió unos años después.

Por esos días Laura me venía diciendo que no saturara más mi cabeza con lo de Libby, que me concentrara en estudiar, en terminar las monografías en aprobar todos los seminarios, para que pudiéramos irnos de viaje tranquilos, como lo habíamos planeado para las vacaciones de ese invierno. Un jueves, decidimos no ir en El 37 a la Universidad, como normalmente lo hacíamos, sino tomar el Tren Subterráneo y bajarnos en Púan, la estación más cercana; de allí sin embargo, había que caminar tres cuadras para finalmente llegar a la Universidad. Mientras caminábamos le dije, entre otras cosas; - que tenía razón que me concentraría en mis estudios ya que era lo más importante.

Entre esto, escuchamos un grito de Libby que venía tratando de alcanzarnos unos metros atrás. Mientras ella se acercaba, Laura percibió mi cambió de actitud al ver mis movimientos, entonces me dijo en voz baja y rápidamente: - invítala a La Catedral, yo sorprendido le pregunté; - ¿A una Catedral a qué? Entonces me respondió en la misma voz baja, pero más afanada porque Libby casi llegaba: - ¡Boludo! La Catedral es un sitio de Tango, para Bailar Tango, a ella le gusta mucho bailar, ¿no te has dado cuenta?... No le respondí; y no quise invitar a Libby, ya había decidido no dar más cabeza al asunto. Pero Laura estaba resuelta a que fuéramos a este lugar, así que sorpresivamente propuso un plan de tres para ir, al cual Libby inmediatamente aceptó.

A mí realmente no me gustaba la idea, no me gustaba ir a lugares donde tenías que vestir de determinada manera para entrar; había que ir vestido “elegante al estilo Tango”, es decir ir disfrazado de la alta sociedad porteña de los años cuarenta, y además, la idea de dejar mis harapos de hippie latinoamericano e ir a gastar plata a este sitio, me daba “mal genio”… pero este desparecía cuando recordaba que Libby también iría.

Llegué antes de las nueve, el vestido y los zapatos que me había prestado mi amigo Thomas me hacían sentir una extraña comodidad, entre esto había pagado mis primeros diez pesos en una corte de pelo, para no desentonar con aquel disfraz; cómo dijo Thomas: -ya entrado gastos... Subí las largas y amplías escaleras del lugar y giré a la derecha, entonces estaba el salón; un espacio amplio de piso de madera delgada, y encima de ella se movían; giraban, subían bajaban muchos zapatos tangueros, elegantes, gallardos. Gallardos  se retaban mientras se seducían con sus ojos, con sus manos, con sus espaldas, con sus cinturas, con sus piernas. Encima de todo esto, estaba un círculo de bombillos de colores que pendían del techo y le daba la vuelta a esta duela, a esta pista. Esto bombillos definitivamente no eran tangueros, pensé, pero le ponían un toque hippie al lugar que me gustaba mucho.

Libby llegó casi a las diez, parecía otra;- o no, era ella… pero en una versión más madura y elegante, ¡estaba hermosa!... Me dijo; -Laura no viene se enfermó, le dije; -sí lo sé, debe ser esa pasta horrible de plástico que siempre come, y disimulé mis nervios mientras me tomaba un vino. No sé si Laura realmente se enfermó, o si simplemente era un plan desde el inicio para que al fin Libby y yo tuviéramos un espacio para hablar.

Pero no hablamos más. Solo se acomodó en la mesa, esperó que le trajeran su vino, tomó un trago y con su mirada me dijo; - vamos a bailar. Entramos a la pista; le tomé la mano para llevarla entre la gente al centro, abajo de estas luces de colores, cuando estuvimos allí ella tomó mi mano derecha y la puso en su espalda, abajo; mi mano estaba dichosa, encantada, amoblada en su espalda, y allí abajo pude sentir ese traje negro terciopelo, largo y ceñido, muy ceñido, tanto que podía sentir el acomodo de sus caderas encima de él.

Entonces, me empezó a decir con sus manos, a explicarme con su aroma, yo le respondía discutiéndole con mi mirada con mi respiración, y ella replicaba doblando su cintura por encima de mi mano derecha que la sostenía, y me miraba desde abajo muy fijo a los ojos, casi desafiante, no cedía en sus argumentos. ‘Hablamos discutimos, nos ofendimos y lloramos un poco’, y el Tango nos acompañó con sus melodías tan gallardas pero de arrabal hasta el final... aquel momento donde el último respiro del viejo Bandoneón nos mostró que terminaría, sin haber ningún ganador.

 

jueves, 25 de febrero de 2021

La Montaña

Interpretó el momento para salir, había necesidad de hacerlo. Era necesidad de correr, de dejar, de huir, de Ser. Una necesidad que venía gritándole en las noches en las calles, en los amaneceres.

Seis de la mañana el balcón; en frente suyo la enorme pared de siempre, verde y fresca; huele a agua, - ¿a qué huele el agua? A agua, tú siempre con ese afán de teorizar todo, de meter y de encasillar -.

Respira y se toma un trago, ¡delicioso!, a esta hora de la ‘noche’ está en su punto. Entonces se da una “pitada”, - ¡Pitada, esa palabra no existe! Pero se usa… entonces existe -.

El cigarrillo está apagado, lo ha estado desde las cuatro de la mañana, es la ansiedad que le produce tratar de entenderla; esto ha sido su vida en los últimos años.

Le ve con cariño, el Sol empieza a acariciarle un lado, a la vez que las Nubes en su retirada empiezan a desnudarle el otro, entonces ese olor a agua se intensifica y el respiro se vuelve hondo; la extrañará. Pero ahora solo quiere pasarle por encima, dejarla olvidarla, lanzarse a conocer lo que hay tras de ella, lo necesita.

Ha sido su casa; lo verde, lo alto, lo majestuoso, lo fresco, lo mismo; la repetición, el desasosiego, la aterradora quietud de lo inmóvil. Es su casa… también su cárcel.  

Talvez pueda entenderla, cuando no esté cuando no lo tenga. Entonces va a huir inmediatamente después que pase este momento; así la quietud, la repetición, el desasosiego no estarán más, en Su Montaña.  

viernes, 12 de febrero de 2021

Lo Nuevo

El camino a su universidad no era corto, sin embargo había la posibilidad de tomar el Subte, ir en Bicicleta, o tomar el 37 en la parada que estaba a dos cuadras de su casa. Pero “a veces” le gustaba caminar una o dos paradas más para aprovechar el sol, y porque en casi todos estos “a veces”, se encontraba con Laura y caminaban una dos o tres o cuatro o cinco paradas más hasta que, llegaban a su Universidad. Entonces, conversaban sobre las clases, los sonidos de la ciudad, nueva música y sus planes para el fin de semana. Pero un día, no se pudo ir más a la universidad y estas caminatas, desaparecieron.

Unos meses después, y extrañando aquellas caminatas, Laura y Daniel se encontraron en el Bar de Roberto. Este era un lugar siempre lleno de jóvenes y viejos, que departían al son de unos vinos o unas cervezas, esperando el momento en que Carlos y Roberto subieran con sus gastadas guitarras a ofrecer sus melancólicas melodías. Pero ahora no estaba lleno, solo estaban unos pocos, jóvenes, muchas mesas vacías, y Roberto y Carlos no iban a subirse porque, lo nuevo les había ganado la libertad.

 -Esto es lo nuevo Daniel. ¿Crees que haya alguna relación entre el tiempo y lo nuevo?

 -No lo sé, pero déjame mentir diciendo… que cada cosa que pasa desde el mismo momento en que somos gestados, hace parte de nosotros; algunas cosas están escondidas y solo cuando es el momento se “desocultan”, mostrándonos de la manera más violenta algo que también somos, algo que simplemente estaba allí. Pero, la sucesión de acontecimientos que ha dado como resultado la nueva faceta, la nueva perspectiva, la nueva realidad, la nueva situación; es simplemente puro pasado. Un proceso de cambio inevitable que los días transportaron hasta hoy sobre una vía con gran flujo de sucesos incontrolables, que fueron siendo de la manera que simplemente tenían que ser. Talvez, haya otra menara de lo nuevo, otra cara de su rostro otra forma de verle, de pronto en este mismo momento. Pero si existiera, cómo podríamos saber que lo hace más allá de nuestros delirios.

-Muy lindo todo esto amigo querido, pero me suena a que copiaste los conceptos de Aristóteles, San Agustín y quizás Kant sobre el tiempo, y traste de construir una suerte de poesía con mucha prisa, sobre la relación que puede haber entre el tiempo y lo nuevo. Mejor tómate ese vino y vámonos a dormir que el bar en poco cierra, por lo nuevo.

Esa noche muy tarde, el celular de Daniel sonó por un mensaje de Laura...

-Creo que toda esta situación, aunque desconocida y muy azarosa, no deja de ser el resultado necesario de nuestras acciones; piénsalo en conjunto o en cada individuo. Y sea malo o bueno, es tan nuestro como nuestras piernas, con las cuales hemos caminando hace miles de años, siempre hacia donde hemos querido ir.