Después de haber mencionado en varias ocasiones la música popular
sin haberla definido oficialmente, un amigo curioso de mi ciudad de mi cultura,
me preguntó; ¿pero qué entiendes por música popular? Me habló de cómo era
distinta su concepción de la que yo entre líneas había acogido. Explicó cómo la
música popular era para él aquella ‘música de cantina’, o ‘música de despecho’
con la cual el ‘pueblo’ ahogaba sus penas, concepción que no era distinta a la
de mis demás mis coterráneos, lo que me dio a pensar este asunto, en inicio, desde
lo cultural.
La RAE no posee un definición que satisfaga el sentido que para la
denominada ‘cultura paisa’ colombiana tiene la palabra cantina, sin embargo siendo hijo de esa cultura, trataré de darle
una definición con la intención de esclarecer el significado de la música
popular para dicha cultura. Cantina: lugar,
bar ubicado generalmente en la plaza de los pueblos, o en la parte llamada ‘El
Centro’ de las ciudades actuales, al que se acude con ánimos festivos. En
épocas pasadas los campesinos acudían en su día de descanso para tomar cerveza
o(y) aguardiente, y escuchar tangos, boleros, rancheras, pasodobles, entre
otros géneros de moda. Con la mudanza del campo a la ciudad por parte de la
cultura colombiana, este lugar pasó de ser un sitio aceptado por el común de la
gente; de estar en la plaza del pueblo, cerca a la iglesia, a la alcaldía y a la
comandancia de policía, a ser mal visto, y estar en la ‘periferia de la moda’
de la vida citadina; en EL Centro. Esto debido a nuevos modelos al respecto como
los pops, clubs, discos, etc., que en el mayor de los casos, vinieron de USA.
En cuanto a la actual ‘música de despecho’ pienso que es un híbrido
entre estas músicas, la de las cantinas, y las nuevas tendencias relacionadas
con nuevos métodos de producción y fusiones provenientes de la globalización y de
las nuevas tecnologías musicales, claro está, mezclado con ese espíritu
campesino y su posición en la ya no rural cultura colombiana. Es precioso
añadir que esta música es escuchada por las clases bajas, las cuales en el mayor
de los casos provienen de familias campesinas no terratenientes.
Acogiendo mi definición; es evidente el desprestigio social que ha
venido sufriendo lo campesino tanto en la ‘cultura paisa’ como en la cultura
colombiana en general, pasando de ser un protagonista a un marginado, un visitante
indeseado de las ciudades actuales. Por eso en los videos de esta ‘música de
despecho’ no vemos más que gente del campo, o los llamados ‘montañeros’ con
autos deportivos o motos costosas, con Jeans
Diesel y zapatos Adidas, con gafas Gucci Versace y hasta con famosas
modelos, lo cual es un signo contundente de este espíritu marginado. Así, la ‘música
de despecho’ es el querer ser de una cultura marginada junto con el
resultado de la mezcla de varios tipos de música que entregó la cantina.
De el mismo modo y para terminar con la inquietud de mi querido
amigo, la música popular para la denominada ‘cultura paisa’ colombiana es una
expresión que proviene de las clases bajas, de las estratos sociales más bajos,
los cuales carecen de cierto nivel ‘cultural’ dentro del ideario actual
citadino. Esto no está muy alejado del significado de la palabra popular para la RAE, que una de sus acepciones
sugiere: De las clases sociales más bajas o relativo a ellas; y en otra: Que está al alcance de
los menos dotados económica o culturalmente.
Argentina un país de migrantes, de costumbres notablemente
distintas a las colombianas, con su Buenos Aires tan elegante, tan europeo el
mismo que para las últimas épocas agrarias colombianas, tenía, desde hace 50
años, su tren subterráneo, el primero de todo Sur América; su Gardel con su
arrabal; su Borgues con su utilitarismo; sus vinos; su Boca-River; sus vetustos
barrios y sobre todo su muy establecida organización urbana. Allí, antes y hora
brota la música, la música que sonó y nuca más dejo de hacerlo, Bueno Aires es una
misma una pieza musical de tango, rock, chacarera, cumbia, jazz, blues,
clásica, entre muchos otros ritmos que van, vienen; vagan por sus calles.
Tuve un encuentro radial con una buena amiga, porteña claro está,
respecto del tema en cuestión. Ella, productora musical de profesión y melómana
de corazón, fue un excelente elemento en esta empresa de definir la música
popular, en este aparte, desde un contraste cultural, acá su opinión.
Música popular es lo que escucha
el común de la gente, no tiene que ver con ser pobre ni rico; por ahí un chico
de las villas (sectores marginales de viviendas
precarias en las afueras de Buenos Aires)
escucha Divididos, Calamaro o hasta Cerati, y un pibe de San Isidro (barrio
de clase alta) escucha Pibes Chorros (Cumbia
Villera: música que expone la forma de vida de las villas) o Intoxicados. Así que no se la puede encasillar a la música popular
en términos económicos, y menos políticos. Creo que tiene que ver más bien, con
que es música que te llega fácil, es decir música que está en todos lados y en
todo momento, en la radio, en la TV, en los medios masivos, y que de allí pasa necesariamente
o bares, boliches, o cualquier lugar público relacionado con la emisión de
música. Claro está, puede diferir entre culturas; pienso que lo que entendemos
por música popular en la Argentina es diferente de lo que entienden en
Colombia, ya que el desarrollo histórico y una cantidad de variables al
respecto son totalmente diferentes en estos dos países. La música popular es un
fenómeno público masivo independiente de clases sociales, pero sí muy
relacionado con la cultura.
Habiendo dado una luz respecto del tema en cuestión desde lo
cultural, utilizando dos ejemplos concretos, uno a través de la denominada ‘cultura
paisa’ Colombia y el otro en la ya muy curtida cultura porteña, dejo la
reflexión final en el ámbito de cultural de la música popular en ustedes. Ahora
quisiera examinar este asunto desde otras perspectivas, y con esto me refiero a
exponer, groso modo, la opinión de Fhilip Tagg, Theodor Adorno y Simon Frith, teóricos
reconocidos de la música, quienes por medio de lo epistemológico, lo económico
y digamos lo relativo a la identidad respectivamente, han tratado de darle una
explicación al fenómeno de la música popular.
Tagg toma el rotulo música popular como una simple expresión por
medio de la cual es posible referirse a toda esa música que está excluida de
las instituciones de educación musical, y a la cual es necesario llamar de
alguna manera. Podría ser “Fred” o
“Doris” o “Guilherme” o “Philip”, pero se adoptó la etiqueta de “música
popular”, dice Tagg. Por lo mismo afirma que las fronteras entre folclore,
popular y erudito son en muchas ocasiones falsas, ya que estas músicas llegan a
estar muy ligadas. En comparación con la tradición erudita europea, la música popular
no se suele escribir en notación musical, sin embargo existen algunas piezas
que sí se escriben, por ejemplo canciones del periodo entre guerras, músicas
tocadas en Brodway y música para películas, aunque no el Pop. Esta música según
Tagg, está relacionada con distribuciones masivas por medio de grabaciones o
por los medios masivos de comunicación, antes que con partituras o con
conciertos, sin embrago también acá hay excepciones, y afirma que la gente que
canta en las barras del fútbol o en el cumple años de alguien, está haciendo
música popular aunque no existan grabaciones.
Para Adorno, naif y sofisticado, entre otras, son palabras que
utiliza para referirse a la diferencia que percibe entre la música popular y la
llamada, por él mismo, música 'culta' de raíz europea. Sin embargo esta distinción
va más allá de lo complejo y lo simple o ingenuo. Adorno afirma que la
distinción se da esencialmente en términos de estandarización y no
estandarización de la música. De manera general, habla de la música popular
como una fórmula estandarizada en la cual no hay ninguna creación y que es solo
un residuo más de la dinámica de los mercados. Con la cual la industria musical
gana grandes cantidades de dinero sin crear nada, solo aplicando fórmulas
exitosas a determinados productos pensados en satisfacer las ‘necesidades’ de
un grupo humano.
Por último Frith explica
cómo a través de esta música muchas personas logran forjarse un identidad
resultado de una identificación. La cual posee una forma de ser dual, debido a
que en el momento de la identificación se está rechazando otra u otras
posibles. Habla de un especie de introyección, ya que identificado con la
música, “esa que me gusta”, no necesito expresarme porque ella ‘habla por mí’.
De este modo un sujeto ordena su historia, su vida en relación a este música.
Asimismo dialoga un poco con Adorno cuando habla sobre el carácter de mercancía
de esta música, el mismo que les es otorgado por el fan o la persona que la escucha, debido su deseo de posesión, sin embrago afirma Frith, que la música
popular también es algo que posee; “si
bien es una mercancía, me permite desarrollar toda una vida en relación a ella”.
Tres puntos de vistas que divergen en algunos puntos, sin embargo
que se tocan con determinadas afirmaciones. Es claro que la propuesta de Adorno,
si bien es netamente económica, está relacionada con la de Firht que se refiere
al sujeto en tanto abarca el tema de la identidad. Tagg es más pragmático, en
la medida en que se interesa por estudiar la música popular en tanto música y
no en relación con otros factores de la vida humana. Así me atrevo a decir que
la música popular es tanto la música de cantina,
como la canción “Sábado” de Divididos de Argentina, es esa fórmula de mercado
en la que a veces suele caer el Pop, ese medio para crear identidades que
permite que nos sintamos parte de algo, asimismo todos esos eventos sonoros
organizados regidos por un orden determinado excluidos de las academias e
instituciones de música.
Para finalizar quisiera dejar claro que más importante que saber qué
es y qué no es música popular, es entender que en tanto manifestación
humana, como lo es la música clásica o la música
‘culta’, merece ser estudiada y analizada.
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Adorno, Theodor.
W. (con la colaboración de George
Simpson). 2002. [1941] “Sobre la música popular”. Guaraguao 6 (15): 155-190.
Frith, Simon. 2001. “Hacia una estética de la música popular”. En
Francisco Cruces y otros (eds.),Las culturas musicales. Lecturas de
etnomusicología, cap. 16, pp. 413-435. Madrid: Trotta. Traducción de Silvia
Martínez de S. Frith (1987), “Towards an aesthetic of popular music”. En R.
Leepert y S. McClary (eds.), The politics of composition, performance and
reception, pp.133-172. Cambridge: Cambridge University Press. 2003. “Música e
identidad”. En Stuart Hall y Paul du Gay (comps.), Cuestiones deidentidad, pp.
181-213. Buenos Aires: Amorrortu.
Tagg, Phillip. 2005. “¿Para qué sirve un musema? Antidepresivos y la
gestión musical de la angustia”. En Martha Ulhôa y Ana María Ochoa (orgs.),
Música popular na América Latina. Pontos de Escuta, pp. 22-51. Rio Grande do
Sul: Universida de Federal do Rio Grande do Sul.
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