El camino a su universidad no era corto, sin embargo había la posibilidad de tomar el Subte, ir en Bicicleta, o tomar el 37 en la parada que estaba a dos cuadras de su casa. Pero “a veces” le gustaba caminar una o dos paradas más para aprovechar el sol, y porque en casi todos estos “a veces”, se encontraba con Laura y caminaban una dos o tres o cuatro o cinco paradas más hasta que, llegaban a su Universidad. Entonces, conversaban sobre las clases, los sonidos de la ciudad, nueva música y sus planes para el fin de semana. Pero un día, no se pudo ir más a la universidad y estas caminatas, desaparecieron.
Unos meses después, y extrañando aquellas caminatas, Laura y Daniel se encontraron en el Bar de Roberto. Este era un lugar siempre lleno de jóvenes y viejos, que departían al son de unos vinos o unas cervezas, esperando el momento en que Carlos y Roberto subieran con sus gastadas guitarras a ofrecer sus melancólicas melodías. Pero ahora no estaba lleno, solo estaban unos pocos, jóvenes, muchas mesas vacías, y Roberto y Carlos no iban a subirse porque, lo nuevo les había ganado la libertad.
-Muy lindo todo esto amigo querido, pero me suena a que copiaste los conceptos de Aristóteles, San Agustín y quizás Kant sobre el tiempo, y traste de construir una suerte de poesía con mucha prisa, sobre la relación que puede haber entre el tiempo y lo nuevo. Mejor tómate ese vino y vámonos a dormir que el bar en poco cierra, por lo nuevo.
Esa noche muy tarde, el celular de Daniel sonó por un mensaje de Laura...
-Creo que toda esta situación, aunque desconocida y muy azarosa, no deja de ser el resultado necesario de nuestras acciones; piénsalo en conjunto o en cada individuo. Y sea malo o bueno, es tan nuestro como nuestras piernas, con las cuales hemos caminando hace miles de años, siempre hacia donde hemos querido ir.
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