viernes, 15 de julio de 2022

Hasta Hoy

Mi Abuelo me regaló una guitarra azul de plástico a los seis años, y la primera vez que se le reventaron las cuerdas le puso unas de cáñamo “que eran más finas”, para que pudiera seguir “surrungeandola”. Esa Guitarrita se embolató en un trasteo porque “nos la pasábamos de un lado para el otro”, después que mi Papá perdió lo que iba a ser la casa de la familia; el pobre se quedó sin trabajo, “quien sabe por qué”, y se atrasó en varias cuotas del crédito. Ni idea cómo fue el negocio, pero el Banco salió ganando, perdimos la plata de las cuotas pagadas, quedamos sin casa, y sin trabajo. Entonces tuvimos que ir a vivir a un cuarto en la casa de los Abuelitos, a mi Mamá le tocó trabajar, y yo me quedaba con ellos, a veces jugando. Allá estuvimos hasta que un día, jugando con “Estralandia”, quemé los muebles de la Sala prendiendo las antorchas de un Castillo que había armado, sobre ellos. Esas fichas se prendieron como culebra navideña y los muebles… tocó cambiarlos.

 De ahí fuimos a vivir a “donde el Tío”; un pequeño Apartamento en la segunda planta de un improvisado edificio de tres pisos que el Tío de mi Papá había acabado de construir “para negocio”, al lado de la casa donde vivió toda su vida. Allí, empecé a ver los Súper Campeones con un amiguito que conseguí a “la vuelta”; se llamaba Andrés y vivía con su Mamá pero casi no la veía porque ella siempre estaba trabajando en algún lado. Por esto venía mucho a mi casa, y no solo para ver a Oliver y a Tom, -los Súper Campeones-, sino también para jugar al mundo que nos inventáramos cada día. Cuando necesitábamos más espacio, íbamos a su casa porque era muy grande y había mucha madera y miles de cositas varias perfectas para las fantasías de nuestros mundos. Su casa estaba a medio construir, su Papá había muerto antes de terminarla y su Mamá hizo lo que pudo, hasta que tuvo que empezar a trabajar para sostener lo que quedó del hogar.

 Los sábados por la noche, íbamos a jugar microfútbol con otros amigos del barrio en la cancha del “Gerardo”, -pero solo los sábados que “celaba” don Germán, porque era el único de los vigilantes del Colegio que nos dejaba entrar a jugar a la Cancha, no había más canchas en el barrio-. En estos juegos, Andrés y yo siempre estábamos en el mismo equipo; entonces él se convertía en Oliver Atom, y yo en Tom Misaki.

 El señor Ishiro Misaki era el Papá de Tom, y era un talentoso pintor que viajaba de pueblo en pueblo buscando la mejor opción para ganarse la vida con su arte. Por esto, Tom no permanecía mucho en un lugar, cuando ya se estaba adaptando, se tenía que mudar con su Padre para tomar una nueva oferta de trabajo.

 Andrés un día fue tocar a mi casa como era costumbre, y la hija del Tío le gritó desde arriba; “deje de timbrar yo no viven ahí”. Ni siquiera me despedí, ni siquiera hicimos un juego final, lo cual es algo que hoy aún me duele; Oliver había quedado sin Tom y yo sin “Rafael”, -Escalona-, bueno esa es otra historia. Muchos años después supe que Andrés le puso mi nombre a su primogénito en homenaje a aquellos años de fantasías y libertades en donde la “Emperatriz Infantil” pudo haberse salvado. En ese momento empecé a pensar que mi relación con Tom Misaki no se había quedaba solo en la pantalla del Televisor, sino que de alguna manera haber invocado su nombre en los juegos de microfútbol, había hecho que tuviera que vivir su misma situación; de una Casa a otra de un Barrio a otro, por la inestabilidad económica de mi Padre, que aunque no era pintor, sí que era un artista en el arte de vivir “más colgado que chorizo de tienda”, como decía.

 Sin embargo mi Padre logró, aunque muy mala, darnos alguna educación… la que había la que podía la que conocía, la que tocaba. En los colegios donde estudié me ensañaron que había que ser futbolista para salir adelante; entonces entré la Universidad sin saber leer ni escribir; pero conocía todo de la selección alemana de Lothar Matthäus y klinsmann, la de los noventa, ¡y claro! el América de Cali; el del Pitufo, el Palomo, Fredy Rincón, y los hermanos Orejuela. Yo no era tan malo para jugar, fui defensa lateral del equipo del Colegio y un día algo muy duro llamado “Mikaza” golpeó mi cabeza y don Orlando, el entrenador, gritó Gol. A pesar de esto, lo dejé por el Baloncesto porque quería ser más alto. No mucho después, un veinticuatro de diciembre a las doce de la noche llegó Super Mario World y me volví un ermitaño de mi cuarto, luego llegó el Play Station y ya no dormía. Por la gracia divina una noche salí a tomar algún “Tequimón” en la esquina del barrio, y un vecino sacó una guitarra y tocó “Solo” de “Ekimosis”. Vendí el Play Station me bebí la plata y empecé a tocar con un “palo de guitarra” que mi Papá tenía guardada en el chifonier. Bajaba las “tablaturas” del Windows 98 de su oficina… en la que luego trabajaría como mensajero, y me “sacaría a crédito” mi primera Guitarra eléctrica; -venía con un Amplificador de quince una Riata juego de cuerdas y una Pajuela-, todavía la tengo.

 Entré a estudiar Filosofía y Letras porque buscaba mejorar las letras de mis canciones, quería que fueran más “profundas”. Para ese entonces ya llevaba algo más de cuatro años tocando guitarra y unos dos intentando componer. Me había presentado una vez al Conservatorio, pero no había pasado ni del primer filtro; no sabía nada, muy lógico porque a eso iba. Había tocado con dos bandas de Black Metal y ensayaba todos los miércoles en “Salomón Bar” a las cuatro de la tarde; el administrador de este Bar estaba montando banda “Popera” para llenar estadios. Tocábamos “covers” de La Oreja de Van Gogh, también Mujer Amante de Rata Blanca -esa era mía-, y algunas canciones que él había compuesto. Aparte, mi abuelita me pagaba clases de guitarra con un viejito que estaba enamorado de ella, por esto eran muy baratas. Con este viejito, muy amable y paciente, aprendí “todo lo que es”: Mama Vieja, El Aguacate, Pueblito Viejo, Las Acacías… “ya no vive nadie en ella”.

 Así que de Letras, solo las de las canciones, y de Filosofía absolutamente nada, ni siquiera el de Sofía, el Mundo; no lo habíamos leído en el colegio, ni siquiera lo habíamos dimensionado; el Mundo. “Semestralizar”, una palabra que conocí por un Primo, se volvió la mejor salida para liberarme de esa mierda que era el colegio, y “de una vez”. Entonces semestralicé decimo y once en un “Hueco”, no era el nombre, así le decían a los colegios muy malos, como a los bares buenos les dicen “Chochales”. Yo estaba harto de los colegios; como decía Foucault, “no hay diferencia entre una cárcel, un manicomio y un colegio”… creo que por ahí va la cosa, en todo caso; “la idea es esa”. De ahí salí sabiendo más de “Metallica” que de Trigonometría, y Cálculo no lo alcanzamos a ver, por suerte.

 Gracias a la gloriosa Universidad de Caldas mejoré en la lectura y algo en la escritura, ella me presentó el Festival de Teatro, y en una obra de “Matacandelas” llamada “Velada Metafísica” sentí un calorcito en el pecho. Después entendí a Fito cuando decía que el Rockandroll era muy ingenuo. Sin embargo, yo seguía con la bandita de Rock que por esos años tenía, nos iba muy bien no solo en nuestra pequeña Ciudad sino en la región; tomábamos gratis, ganábamos plática y nos entrevistaban por Radio y Televisión. Aun cuando no tocaba, me iba bien porque salía de fiesta con dos mil pesos y muchas veces llegaba a los tres días a mi Casa, con los mismos dos mil pesos. Ya en “decimo semestre” de los nueve que tenía mi carrera Filosofía y Letras, un compañero caleño me dijo; “ve, me voy para Buenos Aires a la UBA a seguir una Maestría en Literatura Hispanoamericana y Española, y ¿vos qué vas a hacer?”. Yo quería terminar y seguir Rockandrollienado, pero quería más, quería brincarme aquellas montañas que rodeaban mi pequeña ciudad. Así que lo de Buenos Aires “me sonó mucho”; - “¿cómo es la cosa?” le pregunté: -“Breve, pues yo voy a pedir un crédito con el ICETEX, y después tocaría pasar la entrevista de admisión a la Maestría”. No sé cómo pasé esa entrevista, y lo del crédito fue realmente fácil; acá “lo clavan a uno” el día que se deje. Él me dijo después que no le aprobaron el crédito; pero siempre he creído que el “hijueputa” nunca lo pidió porque se dio cuenta de la cagada que se iba a tirar… yo me tardé pagando diez años, pagué tres o cuatro veces más de lo que presenté, y así me despedí por la ventana de atrás del mundo crediticio colombiano.

 De la maestría, aprendí más de mis compañeros que de las clases; de las noches en algún Departamento tomando Fernet con Coca y bailando Cumbias, Afrobeat o alguna Chacarera, que de los profesores de Puán. Aunque todos tan ilustres y omniscientes de sus mudos, la cagada fue que yo estaba buscando era ser un Rockstar, así que a las clases iba solo a buscar fiesta y con quien tocar, por suerte eran en la noche. A pesar de esto, me acuerdo de algunas crónicas de indias, como la del Hans Staden que logró sobrevivir a los Tupinambá, o la del loco de Aguirre y el Dorado, o las historias doradas del “Lazarillo de Tormes” y las maravillosas de “El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha” con Juan Diego Vila, o las métricas perfectas de Pedro Calderón de la Barca, El Inca Garcilaso de la Vega o las del muy famoso don Lope de Vega, con la siempre conservadora pero obsoletamente eminente; doña Melchora Romanos.

 Por esos tiempos conocí a Fela Kuti y su maravillosa “Trouble Sleep Yanga Wake Am; saliendo de una fiesta en Scalabrini Ortiz en Primavera a las seis de la mañana, caminando junto a él…caminar porque no quieres dejar de percibir esa calles de árboles coloridos entre el sonido que producen los frenos de aire de los Buses porteños, con esta sensación de aún estar borracho pero a la vez tan presente. Antes habías sacado tus audífonos de algún lado, y elevaste una oración de agradecimiento por no haberlos perdido entre las aventuras de la noche, los habías conectas al Mp3 chino que trajiste de Colombia, Fela Kuti; de las experiencias más sublimes que me he regalado.

 Ese Mp3 me lo robaron entre La Macarena y La Perseverancia en Bogotá un sábado muy temprano después de salir de la casa de amiga, iba con ella, a la pobre le robaron el computador con el que trabajaba; le grité a unos de los “Hijueputas”; ¡la Cédula!, y “Malpalirdo” me la tiró. El resto se perdió, afortunadamente no tenía peso en la billetera y tampoco en la tarjeta debito que había acabado de sacar, en ese momento llevaba un año o poco más en Bogotá. De Buenos Aires regresé sin terminar la Maestría y con la deuda del ICETEX multiplicada; mi Papá estaba muy enfermo de un cáncer que finalmente lo llevó a la muerte en dos mil trece, y quería venir a ayudar, en algo, pero fue poco lo que hice. También quise volver porque me enamoré de una Chica teatrera que vivía en Bogotá, llegué a vivir a su casa, fue un desastre; un día me echó a las dos de la mañana con todas mis cositas, por suerte solo eran un morral y una Laptop. Por suerte una amiga de Manizales me recibió en su Apartamento, a esa hora y era viernes, al parecer estaba en una cita romántica con un compañero del trabajo, el Guevón me odió, con justos motivos.

 Ya había trabajado unos meses en Manizales en un pre-universitario dando clases de Filosofía pero salí corriendo porque me saturaba estar allí, conocía cada esquina y en cada calle tenía una historia, todas recuerdos que quería borrar, no por nada había ya salido corriendo de allí. Por suerte una amiga de la Maestría me ayudó a conseguir un trabajo en una editorial en Bogotá, pero pagaban muy mal, y había que trabajar mucho; recuerdo en un “Cierre Editorial” haber trabajado todo un día y todo una noche, hasta las ocho de la mañana. Sin embargo no renuncié, y me aguanté hasta que terminó el contrato, después de eso sí que me atrasé con las cuotas del ICETEX, no lo graba conseguir trabajo, talvez porque no quería saber más de la Corrección de Estilo, lo que me había dado la “Papita” por esas épocas.  

 Al verme en esta situación me Mamá le pidió ayuda a una de sus Hermanas, que habló con uno de sus hijos; el Exitoso, que siempre había tenido una empresa en la cual había trabajado también mi Papá y yo, de mensajero, con ese trabajo me compré aquella guitarrita. La empresa había progresado y ahora estaba en Bogotá, y había hecho un Consorcio con otra empresa, y allí me mandaron a trabajar. Me tocaba revisar unos documentos muy largos, algunos tenían más de mil páginas, bueno más que revisar era editar, se trataba de ponerlos en el formato que el cliente necesitaba; ni leía, solo editaba tablas, gráficos y fotos, y el texto solo justificar, además de esto me tocaba hacer otras cosas, como en una Fotocopiadora; saque pegue e imprima. Pero me pagaban el doble y más que en todas las editoriales que había trabajado, y me dieron un contrato con todas las prestaciones de ley. Allí estuve un año, hasta que una Jefe revisó mi Hoja de Vida y pensó talvez que podría hacer parte de la elaboración de los estudios en la parte Social. Estos largos documentos eran estudios ambientales que analizaban lo Biótico y Abiótico y Socioeconómico de áreas donde proyectos de Hidrocarburos e Infraestructura podrían llevarse a acabo; eran estudios necesarios para obtener una licencia ambiental. Entonces empecé a viajar y viajar por gran parte del País, a conocer lugares que fuera de este trabajo nunca hubiera podido conocer, a visitar personas en situaciones sociales muy complicadas, realidades tan alejadas a las que había vivido hasta aquel momento.

 Entre todo esto, siempre seguí haciendo música, pero cada vez más alejado de esta idea de Rockandroll. Talvez conocer tantas personas y lugares tan distintos me cambió el foco, algo que ni Buenos Aires ni la maestría lograron hacer. Tenía que dividir mi tiempo entre mi Música, trabajar para los demonios con todo y viajes, y hacer un programa de Música para una radio argentina. Aunque no me pagaban un centavo hice este programa durante cinco años; me interesaba ese momento íntimo que se abría con los músicos famosos o emergentes. En estas entrevistas conocí a una Chica maravillosa que cantaba en una banda, eran muy buenos y les iba muy bien en Bogotá, pero ella se conectaba más con la actuación, y finalmente dejó la música. Nos volvimos Novios, me enseñó muchas cosas, ella y su familia que me acogió con mucho calor. Un día me preguntó por qué no estudiaba Música; inicialmente me pareció una locura porque ya había pasado mi época universitaria, tenía que trabajar con los demonios para vivir, y ninguna universidad me daría crédito ya que le debía al ICETEX mi alma. Sin embargo entré a una academia técnica para locutores, que podía pagar con lo que ganaba con los demonios, quería que mi programa de Radio fuera mucho mejor, pero solo estuve un semestre allí porque decidí a fin aplicar a una beca para estudiar Música, y sorprendentemente la gané. Nunca había ganado algo así, era un vago del Rockandroll; pero parece que aprendí cosas nuevas trabajando con estos Estudios; donde también había que presentar documentos con requerimientos muy específicos, como en la convocatoria para la beca.  

 Después de la bandita aquella de las noches de Rockandroll, seguí en solitario, también porque después de ellos no aguantaba un Ego más que el mío. Primero, armé un proyecto en Manizales que se llamó Ruta 33. Grababa los Demos en un “Cool Edit” que un amigo me había regalado en un CD quemado; las Baterías las secuenciaba en “Guitar Pro” y exportaba el archivo a Mp3, todo en un “Campaq Deskpro Windows 98” heredado de la oficina de mi Primo que ya se había ido para Bogotá. Ya en Buenos Aires, un amigo boliviano estaba por terminar Ingeniería de Sonido y como proyecto de grado tenía que grabar a una banda; maravillosamente me escogió. Por él me enteré de la EMBA Escuela de Música de Buenos Aires, y tomé un curso de Ableton Live. De regreso en Bogotá seguí grabando mis canciones en Ableton además del programa de Radio, y aún sigo teniendo una relación muy cercana con este Software.

 Los demonios me fueron ascendiendo y empecé a ganar más dinero, compré una moto y grabé por primera vez en Estudio. El primer EP que hice lo llamé “Sin Música no bailan las escobas”, de él saqué como quinientas copias, de las que aún conservo unas cuatrocientas, o más. Cuando fui a encargar el tiraje de los CDs, porque no quería que quemarlos en algún computador de un amigo, llegué a un lugar donde cada día que pasaba parecía quitarle los pocos que le quedaban. Aunque corría ya por esos días la década del años dos mil diez, esta lugar parecía en los ochenta; por sus calculadoras, por los posa lapiceros y hasta por la ropa de la señora, -un día una sexy asistente-, que me atendió. Había llegado la época digital, y ellos tanto como yo no nos habíamos dado cuenta.

 Después de eso grabé solo un Single, creía que invirtiendo todo el dinero en un estudio mucho más ‘Profesional’ iba pasar algo más de lo que pasó con el EP, pero tampoco pasó nada, al menos lo que yo quería que pasara. Entonces decidí volver a mi Ableton, y grabé otro Single. Ya corría el año dos mil diez y ocho; fue una muy linda experiencia, mi novia de esas épocas, -la chica de esta banda-, me ayudó a grabar la voz, trabajar con ella me hizo pensar que talvez se podía construir algo lindo y mutuo en el arte, pero terminamos ese mismo año. Luego empecé a estudiar música y no tuve más tiempo, tenía que trabajar con los demonios y sostener mi Beca con muy buenas calificaciones, así que en estas dos cosas se iba toda mi energía. Sin embargo antes de graduarme, y también para el proyecto de grado de un compañero, grabamos un nuevo Single, se llamó “Historia Sin Fin”; lo hicimos entre el estudio de la Escuela y otro estudio. Lo mejor fue que todo me salió gratis porque era el proceso del trabajo de grado de este compañero, de otro modo no hubiera podido pagar cada segundo que costaban estos Estudios.  

 Se ha pasado el tiempo, tengo diez años de experiencia trabajando con los demonios, con estos y los otros, pero ahora empiezo a desvincularme de ellos. Estoy en un proyecto de ir a vivir a Frankfurt y claro, sigo haciendo música, voy a sacar un Disco de ocho canciones. Lo he hecho todo en mi Ableton, -el mismo de siempre versión Nueve-, lo he trabajado en mucha soledad en entre la sala de mi casa con mi gatica y el baño (allí es donde grabo por el ruido de la avenida que tengo al lado), todo muy artesanal, tomando de aquí y de allá.

 Estoy hace cuatro meses en esto, espero terminar el próximo mes.

 

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