miércoles, 8 de junio de 2022

Bitácora No. 50

He logrado tener buenas sesiones de grabación de las guitarras, sin embargo no ha sido fácil, porque tengo una guitarra vieja que heredé de la familia de mi Mamá y a veces presenta ruidos, o situaciones como que la quinta cuerda tiene más presencia que la sexta cuando afino en Drop D, como que unos días la escucho más brillante que otros. Es un guitarra tanguera que mi Abuelo le mandó a construir en los años sesentas a una de mis Tías para que estudiara música, luego pasó a mi Mamá pero no le prestó mucha atención y volvió a la casa de mi Tía donde estuvo guardada muchos años hasta que yo la descubrí a fines de los noventas. En ella toqué mis primeras canciones, del Rock en español y las clásicas colombianas que por esa época me estaba enseñando e viejito que me daba clases. Después empecé a llevarla a mis noches de parque en las que muchas veces borracho le di un montón golpes que le generaron severos daños, pero el mayor daño fue haberla pintado con Oleo en una noche de “inspiración artística” con dos amigas que estudiaban artes plásticas, esto le disminuyó enormemente su resonancia, y junto con aquellos golpes, quedó casi muda. Después, antes de empezar a estudiar música, la lleve donde un Lutier y la restauré cambiando todas sus clavijas, arreglando sus caja y adicionándole un sistema de micrófono con el ánimo de volverla electroacústica, y esto fue mi mejor disculpa ante tantas cagadas que le di a la pobre; quedó única. Ahora tiene un color hermoso que solo en ella se puede dar, pero también genera ruidos, trasteos y vibraciones que cuando la tienes en una sesión de grabación son un enorme problema.

 Ayer, luché con estos ruidos; pero cómo cambiarla por la Yamaha, si ella es mi sonido, pero como reemplazara si ella es aún con sus trasteos. Al fin, estuve contento de las imperfecciones sonoras y decidí continuar, porque la perfección es solo un vicio de las maquinas.   


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